Luego de largas horas de espera en aquella interminable fila que daba paso a la torre del vacío, la multitud se empezó a acercar. El éxtasis por ser los primeros en subir estaba haciendo latir los mil corazones ansiosos. Algunos se reían de la angustia, otros ocultaban el miedo y los de siempre, querían hacer creer a los demás sobre su terrible valentía, la cual servía como máscara para tapar por minutos sus inseguridades. Al sonar de la sirena, todos empezaron a subir a la torre; todos aquellos desconocidos que compartían las mismas emociones por un momento, personas que probablemente nunca más se volverían a ver. De la nada, cayeron unos brazos que amarraban a los pasajeros a los asientos para que nadie saliera volando, o tal vez para que todos se sintieran protegidos. Todos esperaban con emoción el momento para ser lanzados hacia la nada y aquel silencio casi sepulcral presionaba contra el pecho los pulmones. Y en un último respiro, todos cayeron al vacío como si dejaran el alma perdida en el espacio. Aquellas horas de adrenalina eran solo unos microsegundos que parecían eternos. Al final todo terminó y los “sobrevivientes” se bajaron de la torre riendo de nuevo y gritando como si realmente hubiesen tenido un largo viaje solo que no se dieron cuenta que no avanzaron a ningún lado…
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